lunes, 25 de diciembre de 2017

ARREPENTIMIENTOS




Parece que la tarde nunca se extingue en verano,
ni el canto de las cigarras en los tímpanos.
cuando la juventud se aferra a la corteza
 de árboles sin nombre,
como niños al silencio de los sabios.
 
Innumerables las rayas de un cuaderno vacío
que presume su independencia en las mañanas al rocío,
y en la penumbra de un cuarto, afligido,
 llora su amargura en las faldas de su soledad.
 
Por qué se añora tanto la rutina
de un cántico triste,
que amarra con sus monótonos pentagramas
las alas de los sueños.
 
Un día, incomprensible se vuelve la dependencia
del que abraza vacío al enamorado,
en una irónica escena
donde se remata la nada
para rellenarla de fallas, carencias,
falsos halagos,
y se subasta.
 
Las costumbres y el tiempo perdido
siempre han de doler en la vejez,
como agujas en un pecho inflado de egoísmo,
que lava las manos inexpertas
en la sangre de un verdugo arrepentido
cuando muy tarde es.
 
Eddy Raquel Ortiz




viernes, 22 de diciembre de 2017

DE AÑORANZAS FANTASMALES


Es extraño no extrañarte.
A veces,
 cuando te paseas por el flanco
de mi oído derecho,
con ese susurro de tantos años,
con el mismo tono gris,
la misma retórica amarillista,
la misma canción…

No se me hacen añicos los cristales que llevo entre las manos,
ni se desparraman los suspiros a tus pies
de dedos tan alargados como nuestras horas,
tan extrañamente abrigados 
con esos calcetines de lana.

No extraño los lunares de tu espalda,
ni la tibieza de tus labios
(que siempre prefería helados),
ni extraño el café por las mañanas al abrir los ojos,
ni el humo de tu cigarrillo
golpeando con tanta ligereza mi rostro
o mis pulmones, entre ironías y laberintos.

Tampoco extraño tus cejas,
negras y abrumadoras cercas electrizantes
de ilusiones trepadas al pie de una página de diario.

Yo no extraño tu tez morena,
ni tus párpados caídos 
que resguardan tu imperio.

No extraño tu mirar cansado
o tu boca de fresa envenenada.
No extraño querer verte,
no extraño sonreírte sin querer,
ni llorar tu ausencia fantasmal.

Me entristece no extrañarte,
no querer recordarte y no dolerme de nosotros.
Sin súplicas en los labios,
ni caricias de medianoche

Y es que hoy hace,
exactamente, no sé cuántos años
que no dejaba de extrañarte,
que no quería dejar de verte,
porque te tenía en mi pulso,
 en mis venas,
 en mis ganas.

Sin embargo, aquí estamos hoy…
Con las manos vacías y los brazos cruzados,
sentados juntos a mirar la nada,
el todo que perdimos,
el pequeño universo de nuestro pecho
haciéndose pedazos.
Sin inmutarnos,
sin sentir culpas,
sin nada ya por recordar.

Eddy Raquel Ortiz Chaparro

viernes, 15 de diciembre de 2017

ME ENSEÑARON A ODIARTE


Aprendí a mirarte de reojo y con desprecio
cuando pasabas en tacones y falda,
con el mismo dolor de pies que me mata
cada vez que me arreglo, mientras intento
lidiar con miradas crueles como la que te he lanzado.

Dijeron que somos adversarias.
Que no podemos ser amigas,
porque la kuña ha’e petei demonio,
porque no te vas a solidarizar conmigo,
porque la envidia nos corroe a ambas,
y en nuestra naturaleza está ser malas
entre nosotras.

Aprendí a juzgarte sin pensar,
a renegar de tu existencia,
a verte como la competencia,
y celebrar tus fracasos
como la gloria de mis logros.

Me enseñaron que somos distintas,
que si no te arreglás, estás dejada,
pero si te maquillás, sos artificial y exagerada,
que no sos mi par.

Pero ayer...
Ayer te vi sentada en aquel banco,
cansada de vos, como yo suelo estar de mí.
Frustrada, impotente, indefensa como yo, aquí.

Tan frágil y a medio quebrar,
entre el dolor menstrual,
los zapatos que aprietan
y el manoseo emocional
de los automóviles que lanzan piropos
y una sarta de vulgaridad,
que revuelven tu estómago de miedo.

Te encontré temerosa y te sentí tan sola,
como yo me siento tantas veces.
Seguramente, pensando que nadie te entiende,
que todos te señalan,
que, finalmente, es tu culpa ser así,
y que no valés la pena.

Entonces, me acerqué
a tenderte mi mano temblorosa,
a compartir ese escaso aire
que no nos tolera juntas sin gritarnos,
porque las mujeres no sabemos dialogar.

Lloré en silencio contigo,
esas mismas lágrimas amargas
que debemos derramar a escondidas,
para que vean a una mujer fuerte
con carácter de perro,
para que infunda miedo
y ahuyente a quien la intente irrespetar.

Pero nunca es tarde para abrir los ojos,
para despertar nuestra empatía
y defendernos, como madres,
amigas, hermanas y compañeras,
Con los mismos golpes,
y las mismas ganas de vivir.

No va a ser fácil, no.
Pero no es tarde todavía
para cultivar una hermandad
que destruya esta brecha
que nos prohíbe pensar,
que nos limita a callar,
que nos estereotipa para gustar.
En un mundo que es nuestro,
pero es tan injusto para vos y para mí.

Eddy Raquel Ortiz

Destellos

Hay destellos en mis noches. En medio de mis elucubraciones. Como si un atisbo de consuelo apareciera en medio de tantos pensamientos intrus...