Aprendí a mirarte de reojo y con desprecio
cuando pasabas en tacones y falda,
con el mismo dolor de pies que me mata
cada vez que me arreglo, mientras intento
lidiar con miradas crueles como la que te he lanzado.
Dijeron que somos adversarias.
Que no podemos ser amigas,
porque la kuña ha’e petei demonio,
porque no te vas a solidarizar conmigo,
porque la envidia nos corroe a ambas,
y en nuestra naturaleza está ser malas
entre nosotras.
Aprendí a juzgarte sin pensar,
a renegar de tu existencia,
a verte como la competencia,
y celebrar tus fracasos
como la gloria de mis logros.
Me enseñaron que somos distintas,
que si no te arreglás, estás dejada,
pero si te maquillás, sos artificial y exagerada,
que no sos mi par.
Pero ayer...
Ayer te vi sentada en aquel banco,
cansada de vos, como yo suelo estar de mí.
Frustrada, impotente, indefensa como yo, aquí.
Tan frágil y a medio quebrar,
entre el dolor menstrual,
los zapatos que aprietan
y el manoseo emocional
de los automóviles que lanzan piropos
y una sarta de vulgaridad,
que revuelven tu estómago de miedo.
Te encontré temerosa y te sentí tan sola,
como yo me siento tantas veces.
Seguramente, pensando que nadie te entiende,
que todos te señalan,
que, finalmente, es tu culpa ser así,
y que no valés la pena.
Entonces, me acerqué
a tenderte mi mano temblorosa,
a compartir ese escaso aire
que no nos tolera juntas sin gritarnos,
porque las mujeres no sabemos dialogar.
Lloré en silencio contigo,
esas mismas lágrimas amargas
que debemos derramar a escondidas,
para que vean a una mujer fuerte
con carácter de perro,
para que infunda miedo
y ahuyente a quien la intente irrespetar.
Pero nunca es tarde para abrir los ojos,
para despertar nuestra empatía
y defendernos, como madres,
amigas, hermanas y compañeras,
Con los mismos golpes,
y las mismas ganas de vivir.
No va a ser fácil, no.
Pero no es tarde todavía
para cultivar una hermandad
que destruya esta brecha
que nos prohíbe pensar,
que nos limita a callar,
que nos estereotipa para gustar.
En un mundo que es nuestro,
pero es tan injusto para vos y para mí.
Eddy Raquel Ortiz