viernes, 22 de diciembre de 2017

DE AÑORANZAS FANTASMALES


Es extraño no extrañarte.
A veces,
 cuando te paseas por el flanco
de mi oído derecho,
con ese susurro de tantos años,
con el mismo tono gris,
la misma retórica amarillista,
la misma canción…

No se me hacen añicos los cristales que llevo entre las manos,
ni se desparraman los suspiros a tus pies
de dedos tan alargados como nuestras horas,
tan extrañamente abrigados 
con esos calcetines de lana.

No extraño los lunares de tu espalda,
ni la tibieza de tus labios
(que siempre prefería helados),
ni extraño el café por las mañanas al abrir los ojos,
ni el humo de tu cigarrillo
golpeando con tanta ligereza mi rostro
o mis pulmones, entre ironías y laberintos.

Tampoco extraño tus cejas,
negras y abrumadoras cercas electrizantes
de ilusiones trepadas al pie de una página de diario.

Yo no extraño tu tez morena,
ni tus párpados caídos 
que resguardan tu imperio.

No extraño tu mirar cansado
o tu boca de fresa envenenada.
No extraño querer verte,
no extraño sonreírte sin querer,
ni llorar tu ausencia fantasmal.

Me entristece no extrañarte,
no querer recordarte y no dolerme de nosotros.
Sin súplicas en los labios,
ni caricias de medianoche

Y es que hoy hace,
exactamente, no sé cuántos años
que no dejaba de extrañarte,
que no quería dejar de verte,
porque te tenía en mi pulso,
 en mis venas,
 en mis ganas.

Sin embargo, aquí estamos hoy…
Con las manos vacías y los brazos cruzados,
sentados juntos a mirar la nada,
el todo que perdimos,
el pequeño universo de nuestro pecho
haciéndose pedazos.
Sin inmutarnos,
sin sentir culpas,
sin nada ya por recordar.

Eddy Raquel Ortiz Chaparro

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