Parece que la tarde nunca se extingue en verano,
ni el canto de las cigarras en los tímpanos.
cuando la juventud se aferra a la corteza
de árboles sin nombre,
como niños al silencio de los sabios.
Innumerables las rayas de un cuaderno vacío
que presume su independencia en las mañanas al rocío,
y en la penumbra de un cuarto, afligido,
llora su amargura en las faldas de su soledad.
Por qué se añora tanto la rutina
de un cántico triste,
que amarra con sus monótonos pentagramas
las alas de los sueños.
Un día, incomprensible se vuelve la dependencia
del que abraza vacío al enamorado,
en una irónica escena
donde se remata la nada
para rellenarla de fallas, carencias,
falsos halagos,
y se subasta.
Las costumbres y el tiempo perdido
siempre han de doler en la vejez,
como agujas en un pecho inflado de egoísmo,
que lava las manos inexpertas
en la sangre de un verdugo arrepentido
cuando muy tarde es.
Eddy Raquel Ortiz
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