sábado, 20 de enero de 2018

ÁNGELES CON PONZOÑA















Ojalá no fuera una esperanza rota,
el papel desconcertante que
interpreta la sonrisa falsa, a medias.

Como el sonido de voces guturales,
en la mente de un mimo casto de sentidos,
objeto de burlas, abatido.

Las oscuras líneas de una mano,
enlutan las obras desprotegidas
 de ancianos enfermos de memoria,
que con pinzas estiran sus días arrugados .

Uñas descalcificadas
se clavan salvajes, quebradas,
en el olvido de un santo.

Entre arañazos de soberbia
a la lengua desangran 
en verdes y nauseabundos cumplidos.

En sus ojos brilla el sufrimiento ajeno,
parece un monstruo salido del infierno.
No hay cuerdas, ni cemento, ni remiendos
que sostengan la ligereza
de malintencionados juicios.

Cuando fija su mirada, el viento
parece un ogro malherido.
Que lastima, desvalija el buen humor
y pisotea el optimismo del desvalido.

Porque hay malos rostros y almas limpias,
así como apostadores de mentiras,
saboteadores de cielo,
soldados de oscuros seres,
que disfrutan disfrazarse
de ángeles guardianes
para inyectar veneno
en la comida del mendigo.

Eddy Raquel Ortiz Chaparro.

jueves, 4 de enero de 2018

A LA VERDADERA


¿Cómo circula la sangre en mi rostro?


Yazco escondida tras la sombra de quien nunca existió,
y me pregunto...
¿Qué imperiosa necesidad 
de encajar en una camisa de once varas 
nos arrastra todos los días?

¿Cuántas veces rechazamos
los peldaños empinados de una escalera honrosa, 
por un aterciopelado ascensor de los lamentos
que nos hace descender bajo la tierra, 
pintando el infierno de flores,
perfumes y alabanzas foráneas?

¿Cuándo sabremos distinguir la auténtica gema de valores, 
del oropelado plástico que nos venden
en cada esquina de las sonrisas?

Debimos aprender a querernos.

Por eso te pido perdón...

Por hacerte sufrir de esta manera 
tan aberrante y abrumadora.

Por cada cicatriz 
que suelo abrir a golpes en tus recuerdos,
con esta manipuladora lógica 
que trata de tallarte tan perfecta como no sos.

Lamento cada vez que traté 
de esconderte detrás de mí,
despeinada, rota, descosida y triste,
porque me avergonzabas al ser verdadera.

Perdóname, 
por culparte del temblor de mi mano cobarde, 
de los tambores en nuestro pecho inocente 
y temeroso, que intentaba gritar 
y desbordarse de sentires, 
pero nos obligué a juntar cada gota de emoción
en el enorme barril de la consciencia 
donde la dejé fermentar.

Lamento tanto 
cerrarte la boca con agujas dentro,
por dejar que te sientas tonta,
por humillarte cada día hasta el cansancio
para que inclines la cabeza sin más.

Perdón...
Por desprogramar tu capacidad de discernir 
y activar el botón del “sí” de emergencia,
que aplicamos en todas las ocasiones.

Por enaltecer de mentiras tu figura genuina, 
que es de carne y hueso, 
adornada de imperfecciones.

Perdón
por hacerte llorar amargamente mis frustraciones
que ataron de manos y pies tus ganas de seguir,
hasta sofocar tu inspiración.

Por desanimarte 
cada vez que realmente lo intentabas por ambas, 
cuando tu bondad me parecía insuficiente 
y solo te ignoraba.

No me guardes rencor, 
por obligarte a sonreír 
cada vez que se inundaban las cuencas de tus ojos
y tenías que reventar en carcajadas
para no desmayarte de dolor.

Perdón,
por sacrificar tu tiempo
en pensamientos rectilíneos, 
ajenos a la grandeza de tu felicidad 
que podría traspasar estos renglones
con una curvatura sin igual.

Perdón,
por lanzarte al vacío 
colgada de una desesperanza a punto de soltarse, 
con el paracaídas lleno de agujeritos negros 
que perforaban tus pulmones. 

Lamento tanto haber tardado 
en librarte de las cadenas de mi inclemencia.
Y a pesar de todo,
veo que seguís ahí, 
tan tímida como siempre,
pero más fuerte que antes,
porque al fin y al cabo,
sos-somos más que suficientes, 
siendo una persona verdadera.

Perdón.

Eddy Raquel Ortiz

Destellos

Hay destellos en mis noches. En medio de mis elucubraciones. Como si un atisbo de consuelo apareciera en medio de tantos pensamientos intrus...