En sus inoportunas horas,
asoma a mi ventana y busca compañía,
solitaria y agradable como es.
La invito a pasar, y
nos sentamos juntas
al borde del insomnio,
como dos amigas y confidentes
que comparten una taza de tiempo.
La madrugada conversa conmigo,
pone cara de pícara, al principio,
su brisa me quiere contar algo.
Se vuelve tímida, sonrosada,
eufórica por aquello que guarda,
como una vecina que tiene
una gran novedad.
Susurra, un poco sonriente,
algunas observaciones
sobre su convenio con la ansiedad.
Se lamenta, angustiada,
algo harta, tal vez,
de escuchar plegarias,
llantos y promesas
que escapan de sus manos
y se diluyen en el día,
cuando ella no está.
Entre los nubarrones de mis bostezos,
sacudo mis pestañas e intento
prestarle la debida atención.
Da vueltas en trivialidades:
Como el búho que la ignora,
y las ranas que le croan en el oído
hasta la desesperación,
Porque no la dejan bañarse de luna,
ni vestirse de constelaciones
como ella quiere, en paz.
De pronto, sin notarlo,
su expresión se vuelve sombría,
severa, asfixiante.
Es un manojo de miedos,
feroz y agobiante donde se refleje.
asoma a mi ventana y busca compañía,
solitaria y agradable como es.
La invito a pasar, y
nos sentamos juntas
al borde del insomnio,
como dos amigas y confidentes
que comparten una taza de tiempo.
La madrugada conversa conmigo,
pone cara de pícara, al principio,
su brisa me quiere contar algo.
Se vuelve tímida, sonrosada,
eufórica por aquello que guarda,
como una vecina que tiene
una gran novedad.
Susurra, un poco sonriente,
algunas observaciones
sobre su convenio con la ansiedad.
Se lamenta, angustiada,
algo harta, tal vez,
de escuchar plegarias,
llantos y promesas
que escapan de sus manos
y se diluyen en el día,
cuando ella no está.
Entre los nubarrones de mis bostezos,
sacudo mis pestañas e intento
prestarle la debida atención.
Da vueltas en trivialidades:
Como el búho que la ignora,
y las ranas que le croan en el oído
hasta la desesperación,
Porque no la dejan bañarse de luna,
ni vestirse de constelaciones
como ella quiere, en paz.
De pronto, sin notarlo,
su expresión se vuelve sombría,
severa, asfixiante.
Es un manojo de miedos,
feroz y agobiante donde se refleje.
Aparta su mirada y se
entrecorta su voz,
sabe que busco respuestas del amanecer,
y le frustra no poder darlas.
sabe que busco respuestas del amanecer,
y le frustra no poder darlas.
Decepcionada,
me reprende
por cargar en sus hombros
todas las decisiones que bebo a sorbos,
por escudarme en su narcotizante efecto,
y cobijarme en su calma después.
Mi apreciada amiga noctámbula,
sincera y transparente,
libertina y recatada,
me recuerda que ella es madrugada,
y que, aunque tenga visiones,
el sol que está por asomarse
le ciega el porvenir que jamás me revelará.
Ya son las cinco, le digo;
Entonces la despido, somnolienta,
hasta que la pesadumbre
de alguna congoja
nos vuelva cobijar con su fría presencia.
sincera y transparente,
libertina y recatada,
me recuerda que ella es madrugada,
y que, aunque tenga visiones,
el sol que está por asomarse
le ciega el porvenir que jamás me revelará.
Ya son las cinco, le digo;
Entonces la despido, somnolienta,
hasta que la pesadumbre
de alguna congoja
nos vuelva cobijar con su fría presencia.
Eddy Raquel Ortiz Chaparro.
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